Entre las sombras y las llamas, muchos Primigenios caerán.
Y de su sangre y cenizas, nuevos dioses nacerán.
Lo que se soñó.
Poppy no estaba destinada a despertar, y las consecuencias son devastadoras y de amplio alcance. Han levantado a poderes antiguos de su prolongado sueño y han transformado a Casteel y a Kieran de maneras que ni siquiera los Hados podían haber vaticinado. Pero el significado de todo eso es la menor de sus preocupaciones. Por el momento.
Lo que se predijo.
La Corona de Sangre ha caído, pero lo que ha surgido es un peligro mucho mayor que cualquiera al que hayan tenido que enfrentarse jamás. De la carne y el fuego, el Gran Conspirador ha regresado al mundo mortal, y quiere solo una cosa. Deben detener al verdadero Primigenio de la Muerte antes de que recupere toda su fuerza. Y no será fácil. Incluso debilitado, su influencia es innegable. Su poder, inimaginable.
Se ha hecho realidad.
Aunque el futuro de los mundos dependa de ellos, no estarán solos. Los dioses han despertado, cada uno con sus propios secretos empapados de sangre. Pero deben moverse por un mundo desequilibrado, donde cada elección (pasada y presente) puede no solo deshacer todo aquello por lo que han luchado, sino también destruir los mismísimos lazos que los han Unido.
Ya que la Heraldo y la Portadora de Muerte y Destrucción se ha levantado.